Maracaibo, la segunda ciudad más poblada del país, padece hoy un esquema de racionamiento eléctrico típico de zonas de guerra.
Entre 3 y 4 horas diarias de racionamiento eléctrico durante los días hábiles se padecen en todo el casco urbano de la ciudad, y esto viene ocurriendo de forma intermitente, pero continuada, desde que en el año 2010 el expresidente Hugo Chávez decretara la fusión de todas las empresas eléctricas nacionales en una única corporación eléctrica gubernamental y centralizada, in extremis, en la sede de la vieja Electricidad de Caracas, en San Bernardino, Caracas, a la cual se le dio el nombre de Corpoelec.
Desde ese edificio comenzó a caotizarse todo el sistema eléctrico nacional progresivamente, durante las gestiones de Alí Rodríguez Araque, Argenis Chávez, Héctor Navarro, Jesse Chacón, Luis Motta Domínguez y ahora Néstor Reverol. Todas estas gestiones pusieron su granito de arena en la caotización del sistema eléctrico nacional, unas por acción abiertamente destructiva y otras por omisión criminal y corrupta.
Luego que la industria eléctrica venezolana se iniciara en la ciudad de Maracaibo, capital del estado petrolero del Zulia, en el año 1888, cuando la empresa “Maracaibo Electric Light Co.” inaugura el alumbrado público de la ciudad, Maracaibo fue, después de Buenos Aires, la segunda ciudad de Suramérica en contar con iluminación eléctrica durante las noches.
Hoy, ya no hay iluminación, sino oscuridad, noche, tinieblas y un toque de queda nocturno gracias a los racionamientos, desorganizados y caóticos, pero permanentes. Al interior del estado Zulia es peor, ciudades como Cabimas, Ciudad Ojeda, San Rafael del Moján, Machiques de Perijá, etc. padecen condiciones aún peores y eso sin mencionar la zona del sur del lago de Maracaibo, la pujante y anteriormente prospera zona ganadera y pecuaria de San Bárbara del Zulia. Este desastre se extiende a la región andina, todo el territorio al que los españoles llamaron Provincia de Maracaibo, en 1777 (Zulia, Trujillo, Mérida, Táchira y Apure), está en la misma condición.
Esto no tiene precedentes, no tiene justificación histórica alguna, ni hay manera de relacionarlo con una mala gestión de los gobiernos previos a la mal llamada “revolución bolivariana”. La verdad histórica es que la trayectoria previa de la industria eléctrica venezolana es impresionante, dentro del contexto latinoamericano, hasta que llega el caos destructivo de 1999-2010.
En los años de dictadura militar (1948-1958), la capacidad eléctrica total instalada se incrementó de 82 MW hasta 650 MW, lo que representó una tasa media interanual de crecimiento de la capacidad eléctrica del 23,11%, que fue la más elevada en toda América Latina.
Entre 1969 y 1978, los partidos del pacto de Punto Fijo, a través de la recién creada empresa estatal Compañía Anónima de Administración y Fomento Eléctrico (CADAFE), emprendieron un programa masivo de electrificación con el cual se cubrió el 50% de todo el territorio venezolano, alcanzando a más de 1.400 comunidades con una población menor a los 2.500 habitantes.
Luego, en 1979 se inició una segunda fase en la que se concentraron los esfuerzos de electrificación en todos los pueblos con más de 1.000 habitantes, con lo que se logró el objetivo de plena electrificación de estos centros poblados para 1985.
Adicionalmente, se alcanzó un 50% de electrificación en comunidades de menos de 500 habitantes, de mucho más difícil acceso y complicada extensión de la red eléctrica. Estos primeros grandes esfuerzos de planificación nacional de la electrificación rural lograron que, en 1978, el 77% de la población venezolana tuviera acceso a la electricidad, con lo que el país se posicionaba en el primer lugar de cobertura eléctrica de Latinoamérica para ese momento.
En 1963 se creó la empresa estatal Electrificación del Caroní C.A. (EDELCA), que asume directamente los proyectos hidroeléctricos que, desde 1956, se iniciaron con la construcción de la central hidroeléctrica de Macagua, proyectada originalmente para generar 360 MW (Tellería, 2014). Asimismo, en 1957 se inició la construcción de la central hidroeléctrica del Guri (“Simón Bolívar”), cuya primera fase se culminó con una capacidad total de 2.650 MW, para 1978.
El proyecto, finalizado en 1986, alcanzó una capacidad total de 10.235 MW, que convertían la Central Hidroeléctrica del Guri en la más grande del mundo para aquel momento, y hoy es la tercera en el orbe y la segunda en América.
El desarrollo hidroeléctrico del río Caroní tuvo, además, el propósito de suplir las industrias de alta intensidad energética de la minería y del acero, en la región de Guayana. De esta manera, la generación eléctrica, a partir de fuentes primarias renovables, alcanzó, para 1980, el 53% del total nacional.
Al final de la democracia puntofijista, Venezuela era el segundo productor latinoamericano de hidroelectricidad y el cuarto en todo el continente americano, luego de Estados Unidos, Canadá y Brasil. Desde el inicio del puntofijismo se transformó el atrasado sector eléctrico venezolano en el más desarrollado e interconectado de América Latina, con un nivel técnico equiparable a la media de los sistemas eléctricos europeos.
La capacidad eléctrica total instalada en el país se incrementó en una tasa interanual, siempre superior a la media ponderada de los primeros seis países más poblados de América Latina (CEPAL, 2016). Entre el inicio de este período y finales de la década de 1990, se elevó la tasa de electrificación desde un 30% hasta 97,2% (CEPAL, 2016). Para 1985, Venezuela presentaba la mayor capacidad instalada per cápita de Latinoamérica: unos 0,72 kW/hab, por encima de Argentina (0,44 kW/hab) y de Brasil (0,30 kW/hab).
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